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miércoles, agosto 02, 2006

La inmigración en Bélgica (I) - El St. Louis

Esto pretende ser una serie de artículos de distintos orígenes en el que intentaré dar una idea lo más aproximada posible de la sociedad belga.



Así como muchos otros países han salido fuera de sus fronteras en busca de comida y trabajo, Bélgica ha sido históricamente un país de acogida, hasta poseer hoy en día la política de inmigración más abierta de la Unión Europea, así como un sistema de alojamiento y manutención que dejaría impresionado a más de uno. Pero de esto escribiré otro día.



Esta primera entrada habla de la trajedia del San Luís, transatlántico lleno de judíos huídos del ejército nazi que durante meses estuvo varado en aguas cubanas esperando dónde atracar. La historia es conocida en Bélgica, y muchas veces es puesta como ejemplo orgulloso de la solidaridad de este pequeño país con el que viene de fuera. A los judíos, años después les seguirían congoleños, españoles, italianos, magrebíes, rumanos y por último, la marabunta de funcionarios de toda Europa. Pero vayamos poco a poco.




Desde la llegada del nacional-socialismo al poder, sólo un 20% de los judíos habían logrado salir del país. Las naciones occidentales del llamado mundo libre, condenaban oralmente la represión, pero no abrían sus puertas a los perseguidos, puesto que sus opiniones públicas, estaban en contra de la llegada de olas de nuevos inmigrantes.



Roosevelt había lanzado un llamado al mundo para encontrar un sitio “donde fueran admitidos los judíos en cantidades casi ilimitadas”. Varios dirigentes habían propuesto “su solución”. Se propuso enviarlos hacia :Madagascar, Etiopía, Rusia, Alaska, Angola, Kenya, Tanganica, etc., pero no se lograba concretizar el éxodo.



La única solución que encontraban los judíos era la de irse, pero, ¿cómo y hacia dónde?




Fue en ese contexto terrible, en el que comenzó el drama del San Luis.



Las propaganda nazi decidió autorizar a los judíos alemanes para que se fueran libremente del país, pero confiscándoles todos sus bienes. Un primer barco trasportaría un millar de pasajeros: el Transatlántico San Luis. En realidad se trataba de una trampa, Hitler estaba convencido de que ninguno de los países que tanto lo criticaban, estaría dispuesto a recibir a los judíos indeseables en Alemania.



El viaje a Cuba



Cuando el San Luis partió de Hamburgo el 13 de mayo de 1939, las apariencias eran las de un crucero de lujo. Para los 937 pasajeros (más de 200 niños, unas 300 mujeres y 400 hombres, además de 6 espías que trabajaban para el Abwehr), que tenían visas cubanas en sus pasaportes, era el fin de una pesadilla y el inicio del camino hacia la Libertad.



Y esa Libertad les esperaría en La Habana, Cuba, en donde ya se encontraban 2500 judíos refugiados provenientes fundamentalmente de Alemania y Polonia. Allí pensaban vivir hasta que se les autorizara la entrada en territorio de los Estados Unidos, ya que 743 pasajeros tenían en sus pasaportes la visa estadounidense.



Las visas cubanas eran vendidas en el consulado cubano en Berlín a tres mil marcos, suma enorme para aquella época y que los judíos desposeídos de todos sus bienes, lograban pagar gracias a la ayuda de familiares, residentes fundamentalmente en los U.S.A.



Media hora después de haber abandonado el puerto, su capitán Gustav Schröder recibió la orden de ir a toda máquina, otros dos navíos, el Flandes y el Orduna también se dirigían hacia Cuba con judíos a bordo. Pero el crucero se realizó sin incidentes.



El 23 de mayo, el capitán recibió un telegrama en el que informaban de un posible problema para desembarcar en Cuba. Junto con un pequeño comité compuesto de juristas estudió las posibles consecuencias de la denegación de desembarcar en Cuba.



Asilo rechazado



Así fue, al llegar a La Habana, las autoridades cubanas les prohibieron el desembarco en el puerto, puesto que "la llegada de estos inmigrantes podría privar de sus empleos a los trabajadores cubanos". El gran buque de lujo se convirtió así en prisión dorada.



La desesperación fue inmensa entre los buscadores de la libertad, a tal punto que hubo que hubo suicidios a bordo y se organizaron patrullas antisuicido para evitar más.



El 8 de mayo, el ex-presidente cubano Ramón Grau San Martín, había instigado a hacer una manifestación de protesta en La Habana, contra la llegada del San Luis. Habían participado en ella unos cuarenta mil habaneros.



Hubo intrigas, corrupción, chantages, intimidaciones, etc., entre los personajes políticos como el presidente Federico Laredo Brú y los militares de aquella época, entre ellos Fulgencio Batista, el coronel Benítez -funesto Director de Inmigración, cuyos bolsillos se llenaron con marcos constantes y sonantes gracias a la venta de visas a los judíos- y su hijo Manuel Benítez Junior. Exigieron a los llegados nuevos visados (los obtenidos en Alemania ya no les valían) por 500 marcos, que deberían pagar en 48 horas.



Los influyentes espías alemanes como Robert Hoffman manipulaban la prensa cubana, influyendo en sus artículos, como en el periódico Avance.



Mientras el San Luis estaba anclado en el puerto de La Habana, hasta él llegaba la música de las fiestas organizadas a lo largo de la Avenida del Puerto, para bailar y beber frente "a la curiosidad del barco judío".



La actitud del capitán alemán Schröder fue muy valiente (sabía el fin trágico que esperaba a sus pasajeros en Alemania). El no acató la orden de regresar a Hamburgo con la “carga” y trató de convencer infructuosamente a varios países americanos: Colombia, Argentina, Chile, Estados Unidos y Canadá, para que aceptaran a los refugiados. Los telegramas de los jefes de estado con la negativa a recoger a los judíos llegaban uno detrás de otro, comenzando por el de Roosevelt. Parecía que el mundo los covertiría en judíos errantes, por los mares a la búsqueda de la Tierra Prometida.



En Berlín, Goebbels muy divertido exclamó: ¡Nadie los quiere! Este ministro de la propaganda, hasta ese momento había permitido abandonar el país sólamente a los judíos pobres, pues estimaba que había que dar una imagen al mundo entero de que los judíos eran: “pobres, feos y sucios”.



El capitán del San Luis, intentó llegar a Miami. Los desesperados pasajeros veían los inmuebles y los coches circular por Miami Beach, pero los guardacostas los obligaron a dirigirse hacia el Atlántico.



Regreso a Europa



El periplo del barco provocó una gran controversia en EE.UU. En un principio Roosevelt mostró una tímida voluntad de acoger a una parte de los refugiados, pero la oposición vehemente de su Secretario de Estado, Cordell Hull y los demócratas del sur, le hicieron renunciar.



El 4 de junio de 1939, Roosevelt prohíbe la entrada del barco que esperaba en el Caribe. Rechazado también por Canadá el barco emprende regreso a Alemania...






Durante el viaje de vuelta, Morris Troper, director en Europa de la American Jewish Joint Distribution Committee comenzó a negociar desesperadamente hasta encontrar una salida al conflicto.



Desenlace



El sábado 10 de junio, por primera vez un país acepta acoger a los pasajeros: Bélgica. Al día siguiente la esperada respuesta llega también del Reino Unido, los Países Bajos y Francia. El barco atracó en el puerto de Amberes el 17 de junio, ciudad desde la cual se dirigieron a sus países de destino: 181 a los Países Bajos, 224 a Francia y 281 embarcaron al Reino Unido.



Los 214 que se quedaron en Bélgica esa misma noche fueron en tren a Bruselas donde pasaron la noche. Los que no tenían familia en la ciudad al día siguiente fueron llevados al centro de refugiados de Lieja. En sus nuevos países las familias intentaron rehacer sus vidas, pues habían estado despojados de todo antes de emprender su viaje a América.





Epílogo



Sólo tres meses después de que el San Luís llegara a costas belgas, estalló la Segunda Guerra Mundial. En un año toda Europa occidental sería ocupada por las tropas nazis, y los antiguos pasajeros del transatlántico que estaban en el continente cayeron de nuevo bajo el terror nazi.



De los mas de 1,000 refugiados que emprendieron el viaje a Cuba el 13 de mayo de 1939 buscando la salvación definitiva en tierras estadounidenses, solo una cuarta parte -aproximadamente 250- logro salvarse de las camaras de gas de Hitler.



...



Al terminar la Segunda Guerra Mundial, el capital Schröder fue arrestado y acusado por haber sido militar nazi. Posteriormente fue liberado gracias a los testimonios de algunos de los pocos sobrevivientes del San Luis.



Durante los bombardeos aliados contra el puerto de Hamburgo, el San Luis fue incendiado. En 1949, el capitán Schröder visitó sus ruinas por última vez. El 11 de marzo de 1993, Yad Vashem decidió rendir homenaje al capitán acordándole el título de “Justo de las Naciones”, en nombre del pueblo de Israel.





Libro



Esta vergüenza para la sociedad occidental de los años 30 es relatada por Gilbert Sinoué a través de su novela "Un barco hacia el infierno", escrito en 2005, teniendo como fuente una sólida documentación histórica.



Fuentes



:: Fuente (EEUU) ::

:: Fuente (Cuba) ::

:: Fuente (Francia) ::

:: Fuente (Bélgica) ::



:: Fotografías de los pasajeros ::







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Mi Planeta, Bélgica

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